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Los Comeratas

Raymond Dart, al que se debe el descubrimiento del primer espécimen del australopiteco en 1925, propuso la hipótesis de que estos antepasados del hombre eran carnívoros sedientos de sangre. En la actualidad sabemos que Dart fue inducido al error por los datos arqueológicos, que favorecen la idea de una alimentación cárnica por el simple hecho de que se encuentran los huesos de los animales comestibles mientras que es prácticamente imposible encontrar trazas de vegetales. También, se han conservado los instrumentos de piedra con los que destazaban a los animales, pero no los bastones que les servían para obtener sus alimentos vegetales.
Las investigaciones relacionadas con el sustento a base de carne han descubierto claramente para el periodo comprendido entre uno y dos millones de años en los emplazamientos de Koobi Fora (África Oriental) y Swarkrants en África del Sur, dicha práctica alimenticia, pero con el siguiente cuestionamiento: ¿eran consumidores de carne consuetudinarios o sólo ocasionales? El cuestionamiento surge por la siguiente razón: no se tiene ninguna prueba acerca de la cantidad de carne consumida, es decir, no podemos afirmar que comían más carne que vegetales.
Empero, gracias a las técnicas que analizan la química de los huesos, se empiezan a aclarar algunos puntos. Estas técnicas, que se realizan desde hace unos 28 años, se dividen en dos grandes categorías. La primera incluye todas las técnicas basadas en los isótopos estables (no radiactivos) y la segunda, las técnicas que se basan en el estudio de elementos en forma de trazas (particularmente en el estroncio y el bario, elementos radiactivos). Al conjunto de técnicas usadas en la investigación sobre los alimentos que ingerían los primeros humanoídes, se conoce como «paleodietética».
Los arqueólogos intentan reconstruir la alimentación de los hombres prehistóricos por medio de las técnicas del análisis bioquímico. Una de ellas mide la relación entre el estroncio (Sr) y el calcio (Ca) en los huesos. Esta relación varía según los alimentos absorbidos: las plantas tienen en principio un cociente Sr/Ca relativamente elevado, y el de la carne es mucho menor. De modo que el cociente Sr/Ca decrece regularmente a lo largo de la cadena alimentaria, desde los herbívoros hasta los carnivoros. Sin embargo, como la relación Sr/Ca es menor en las hojas que en las raíces de una misma planta, resulta que los herbívoros que se alimentan exclusivamente de hojas, como el damán (un animal mamífero africano parecido a un roedor gigante), tienen un cociente menor que los herbívoros que también consumen raíces. Desde luego, se debe tener cuidado, al estudiar estos cocientes, de tomar en consideración que la posición de los carnívoros está en función de los herbívoros (que han sido siempre su alimento favorito). Por esto, las medidas se efectúan a menudo estudiando el binomio presa-predador.
Otra técnica para reconstruir la alimentación consiste en medir la relación entre dos isótopos del carbono, el 12C (89.9% de todo el carbono) y el 13C (1.1%), en el colágeno de los huesos. El cociente 13C/12C varía según las sustancias orgánicas y se puede medir con precisión con un espectrómetro de masas. Esta medida permite saber que tipo de plantas consumió un animal. En efecto, las plantas presentan un cociente 13C/12C diferente según el ciclo que utilizan para la fijación del gas carbónico durante la fotosíntesis. Las gramíneas tropicales tienen un ciclo llamado «en C4», mientras que los árboles, la mayoría de los arbustos y las plantas de las regiones templadas tienen un ciclo denominado «en C3». Una alimentación compuesta por plantas en C3 da unos valores comprendidos entre -22 y -32 %0, mientras que una nutrición basada en plantas en C4 da unos valores de alrededor de -15%0 a -9%0, de este modo se pueden, por ejemplo, distinguir los herbívoros tropicales que se alimentaron de hojas, de los que se alimentaron de hierbas.
Veamos como se están utilizando las técnicas anteriores para intentar resolver la pregunta central de esta entrega: ¿Qué comían los primeros homínidos? Durante el periodo comprendido entre uno y dos millones de años antes de nuestra era, vivían en una región (mencionada líneas arriba) del actual Transvaal (África), al menos dos especies de homínidos: el Homo erectus y el Australopithecus robustus. El primero, con su caja craneana relativamente grande y su pequeña mandíbula, podría ser nuestro antepasado directo, en tanto el segundo, dotado de una cavidad craneana más pequeña y mandíbulas extremadamente grandes, no ha dejado descendientes. Los antropólogos se han preguntado cómo utilizaban estas especies los recursos vegetales y animales y por qué se extinguió la rama de los Australopithecus robustus.
La respuesta a la última pregunta ha sido motivo de debate. Poco tiempo después del descubrimiento del Australopithecus robustus, a finales de los años cuarenta del siglo pasado, John Robinson, anatomista sudafricano, sugirió que este último poseía fuertes mandíbulas porque se alimentaba casi exclusivamente de plantas. Más recientemente, Fred Grine, antropólogo de la Universidad de Nueva York, ha observado al microscopio el desgaste de los dientes del Australopithecus robustus, llegando a la conclusión que era un ser herbívoro con una dieta principalmente de nueces, granos y tubérculos. La parte contraria a estas hipótesis se deben al investigador sudafricano Phillip Tobias, quien ha sugerido que las señales de desgaste observadas en esta especie desaparecida, se debían al consumo de huesos. También, según la versión de Charles Peters (de la Universidad de Georgia, USA), es más plausible que los homínidos en comento fuesen omnívoros más que herbívoros, ya que los alimentos como las nueces y el grano solamente estaban disponibles durante una parte del año.
Las hipótesis mencionadas, relacionadas con las nuevas técnicas descritas en los párrafos anteriores, muestran que la versión más creíble tiende a apoyar que Australopithecus robustus era omnívoro; su cociente Sr/Ca es muy cercano al de la alimentación de un babuino actual. Los babuinos son omnívoros y no existe ninguna razón para pensar que sus antepasados comieran diferente. Las pequeñas variaciones en los números aportados por los babuinos actuales y los del Australopithecus robustus se explican con la aclaración de que estos no eran exclusivamente omnívoros, sino que complementaban sus comidas con semillas, raíces y rizomas.
La historia de la alimentación humana es verdaderamente interesante, saber que comían los humanoídes hace 4 millones, o hace 3 millones de años, es tan importante como saber de que se sustentaban los hombres de la isla de Flores, en Indonesia, hace 18 mil años. Analizar las variaciones culturales, físicas y biológicas que transformaron a la humanidad gracias al proceso de domesticación de las plantas y animales desde hace 10 mil años (en Kebara), en lo que ahora es Palestina e Israel.
El estudio de la relación Sr/Ca en el colágeno de los esqueletos de Kebara, muestran que la dieta estaba compuesta, principalmente, de cereales salvajes y que no consumían ningún alimento de origen marino. Este resultado, sorprendente, ha sido confirmado por estudios efectuados sobre los pólenes y sobre el clima: un cambio brusco en las condiciones climatológicas provocó un enfriamiento, que duró 700 años, causó una disminución de la cantidad de cereales salvajes en la región de Kebara, entre 11 000 y 10 000 años antes de nuestra era. Fue, quizá, esta situación climatológica la que provocó el origen de la agricultura y la ganadería.
Para los estudiosos de los próximos siglos, las técnicas de análisis bioquímico serán cosa de todos los días. No tendrán ninguna dificultad de aplicar investigaciones con elementos radiactivos o no radiactivos. El resultado de aplicar al estudio de lo que consumimos los seres humanos en este siglo XXI, no dejará lugar a dudas, independientemente de si utilizaran las técnicas de isótopos estables del nitrogeno, del azufre o del estroncio. Sabrán que, los mexicanos, por ejemplo, consumíamos ratas en la región zacatecana y, quizá, también, puedan saber que no era por tener un gusto “delicatessen” sino por la manera de gobernar de un “presidente” que siguiendo el ejemplo de su gris, ignorante y ratero antecesor, ha permitido el acumulamiento de más de 50 mil millones de dólares en una sola persona.
Ojalá, los hipotéticos investigadores del siglo XXXI, tengan acceso a la hemeroteca de los periódicos nacionales y encuentren la nota dada por la agencia notimex, el 7 de mayo pasado, que a la letra dice: « Don Filiberto Vázquez, de 67 años de edad, quien desde hace varias décadas se dedica a la cacería y venta de la rata de campo como forma de sustento para su familia, comenta que "a los zacatecanos nos dicen ´los comerratas´".
A los roedores los vende durante los fines de semana en diversos municipios del estado, y sus clientes le piden desde uno hasta cinco animales, cuyo precio oscila, según el tamaño, entre 20 y 25 pesos. Entre sábado y domingo, don Filiberto vende, en promedio, 25 ejemplares, que con antelación prepara y deja limpias. "Sólo a unas cuantas ratas les quito el pellejo, a otras se los dejo, porque hay clientes que no me creen que se trata de ratas de campo y tienen que verles el pelo", subrayó.
Un caso similar es el de Ladislao Vázquez Mata, también cazador furtivo de la rata de campo, quien los fines de semana vende hasta 40 ejemplares en diversos mercados.
Ambos tienen que esconderse para comercializar las presas, porque "las autoridades no nos dejan cazar ni vender las ratas, pero no tenemos otra forma de sostenernos y llevar dinero a nuestra casa". "Una rata de campo se cuece en un litro de agua, se le agrega cebolla, ajo, sal y un poquito de arroz. Con eso tiene para aprovechar todas las proteínas, si desea que el sabor del caldo mejore, entonces agréguele verduritas".»

 

Alfredo Osorio Santiago

 

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