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COPÉRNICO Y DE REVOLUTIONIBUS
        
Nicolás Copérnico nació a las 4 horas y 38 minutos del día 19 de febrero de 1475. Tanta precisión se la debemos al astrónomo florentino Francesco Giuntini, quien en su obra “Especulum Astrologias”, publicada en 1581, ofreció el siguiente horóscopo de quien ya era uno de los más grandes científicos en esa época.
         «…Lo excelso de su inteligencia dedicado a la ciencia matemática ha sido probado en las obras que nos legó. Es un astrónomo de proporciones descomunales….Aparece en él una fabulosa avidez de conocimiento, una constancia en el trabajo, manifestada por las estrellas que tienden hacia Occidente, a la vez que Venus, en el sexto aspecto de Mercurio situado y por los rayos amigables de la Luna protectora, aumentaba sus impulsos de escribir y le otorgaba tanta sabiduría, que con calidad de primero se hallaba entre los más eminentes astrónomos de nuestra época. Se distinguía este hombre magnífico por la excelencia de su estirpe y la familiaridad del trato que mantenía con los más notables. Esto venía propiciado por los ángulos bien iluminados gracias a la total claridad que presagiaban; si hubiera conseguido vivir más, habría obtenido superiores dignidades en el futuro. Se marchó a los 70 años…»
         Sin duda, la obra copernicana ha sido toral en el desarrollo de las ciencias, particularmente en la astronomía. Cuanto hay de la historia de la ciencia que habrá que contar cuando se señale la obra de Copérnico, particularmente, la considerada más importante: De revolutionibus, cuyo original se conserva en la biblioteca central de la Universidad de Cracovia.
         ¿Qué es lo escribió Copérnico que alarmó al stablishment de su época? Les invito a leer lo siguiente, que está en De revolutionibus:
«…Que la magnitud del mundo es tal, que aunque la distancia de la Tierra al Sol en relación con cualquier otra esfera planetaria es bastante manifiesta, resulta imperceptible respecto al de las estrellas fijas. Encuentro más fácil admitir eso, que con aquella casi infinita multitud de esferas distraen el entendimiento, como están obligados a hacer los que destinaron a la Tierra como centro del mundo. Pero es de creer más bien en la sagacidad de la naturaleza, que así como evita con gran cuidado producir lo superfluo y lo inútil, prefiere, a menudo, dotar a una cosa con muchos efectos.
         Todo lo cual son asuntos muy difíciles y casi inopinables y contra las ideas de muchos; sin embargo, con la ayuda de Dios, las haremos más claras que la luz del Sol, al menos para aquellos que no ignoran el arte de las matemáticas. Por tanto, si la primera ley es todavía válida (porque nadie podrá alegar un método más conveniente para medir la magnitud de las órbitas que la duración del tiempo», el orden de las esferas es el siguiente, comenzando por el más elevado.
         La primera y más alta de todas es la esfera de las estrellas fijas, que, conteniéndose a sí misma y a todo lo demás, es por eso inmóvil y en el lugar del Universo, a donde se refiere el movimiento y la posición de todas las otras estrellas. Porque al contrario de lo que otros juzgan, que también ella cambia, nosotros asignaremos a esa apariencia otra causa al hacer la deducción del movimiento terrestre. Sigue Saturno, el primero de los astros errantes, que completa su circuito en 30 años. Después viene Júpiter con su revolución de 12 años. Luego Marte, que da su vuelta en dos años. El cuarto lugar en orden lo tiene la Tierra, por hacer su revolución en un año con la órbita lunar contenida como epiciclo. El quinto corresponde a Venus, que regresa en nueve meses. El sexto y último sitio lo ocupa Mercurio, que completa su giro en 80 días. Y en el centro de todos reposa el Sol.
         (….) Porque encontramos bajo este orden una admirable simetría del mundo y un seguro nexo de armonía en el movimiento y magnitud de las esferas, que en otra parte no puede hallarse. Y ahora séame permitido advertir, a los observadores cuidadosos, por qué aparece mayor el progreso y regreso en Júpiter que en Saturno y menor que en Marte, y, a su vez, mayor en Venus que en Mercurio. Y por qué estos eventos recíprocos se ven más a menudo en Saturno que en Júpiter y son aún menos frecuentes en Marte y Venus que en Mercurio. Además, cual es el motivo de que cuando Saturno, Júpiter y Marte son acrónicos (están en oposición), se encuentran más próximos a la Tierra que cuando se acerca su ocultación y reaparición. Pero igualmente Marte, cuando está en oposición al Sol, parece ser igual en magnitud a Júpiter (se distingue de él sólo por su color rojizo), pero cuando se descubre por observación cuidadosa con un sextante, se encuentra con dificultad entre las estrellas de segunda magnitud. Todas estas cosas proceden de la misma causa, o sea el movimiento de la Tierra.»
         Aquí está el meollo del asunto. Copérnico se atrevió a desafiar el pensamiento de la iglesia (católica y luterana), en la que se sostenía que la Tierra, por ser el hogar del hombre y por ser hecho éste a imagen y semejanza divina, era el centro del Universo. Si nos damos cuenta, no nada más fue la iglesia católica la que condenó la obra copernicana; también el fundador del luteranismo, es decir Martín Lutero, anatematizó dicha obra, como se prueba en la lectura siguiente: « “Se ha mencionado a un nuevo astrólogo que pretende probar que la Tierra se mueve y gira en redondo y no en el firmamento o el cielo, el Sol o la Luna. Este mentecato quiere trastornar todo el orden astronómico. Así sucede ahora, el que quiere ser sabio tiene que inventarse algo, eso es lo mejor que puede hacer. Sin embargo, como lo indican las sagradas escrituras: Josué mandó detenerse al Sol y no a la Tierra.”»
         Como vamos a extrañarnos de la postura de Lutero; el fundador del protestantismo creía en la infalibilidad de las sagradas escrituras, por tanto, la teoría heliocéntrica de Copérnico le parecía una verdadera tomadura de pelo.
         La nueva visión del Universo propuesta por Copérnico, se enfrentaba a la antigua creencia, materializada en los resolutivos del Concilio de Trento (1546), en el que se decretó, dentro del contexto de la lucha contra la Reforma, que al interpretar la Biblia no había que desviarse de las doctrinas mantenidas por los Padres de la Iglesia; en particular, que la Biblia era una fuente de datos científicos y que cualquier afirmación contenida en ella debía tomarse como científicamente verdadera; en pocas palabras; el planteamiento en las propuestas de Copérnico contenían el tejido de la herejía: la teoría heliocéntrica había derrotado al geocentrismo.
         La teoría de Copérnico produjo otros ganadores. Kepler, Galileo y Newton, cuando menos. ¿O no es fácilmente identificable quien aprovecho que, en lo siguiente? «Aunque el movimiento de los cuerpos celestes es uniforme, circular y continuo, o bien compuesto de movimientos circulares; sin embargo, se nos presenta como desigual, bien por la distinta situación de los polos de estos círculos o bien porque la Tierra no se halla en el centro de los círculos descritos por aquellos cuerpos; a nosotros, que observamos desde la Tierra los trayectos de estos planetas, nos parecen más bien casuales, es decir, debido a las distancias desiguales, mayores cuando están más próximos que cuando se encuentran más alejados, de acuerdo con lo que demuestra la óptica. De este modo, los movimientos realizados en tiempos iguales sobre arcos de círculos iguales parecerán, debido a la diferente distancia que los separa de la vista, desiguales…»
         «…Ante todo debemos examinar detalladamente cuál es la situación de la Tierra respecto al cielo para que –por querer seguir lo superior-, no permanezcamos ignorantes de cosas más próximas a nosotros, y a causa de este mismo error no atribuyamos a los cuerpos celestes lo que es propio de la Tierra…»
         «…Los cuerpos que se elevan hacia arriba o caen hacia abajo, incluso sin tener en cuenta el movimiento circular, no ejecutan un movimiento simple, uniforme y regular. Pues por su misma ligereza o por el ímpetu de su peso no pueden estabilizarse. Así, todo lo que cae, al principio tiene un movimiento lento, pero a medida que continúa cayendo aumenta su velocidad…»
         «…En el centro de todos ellos (astros y planetas) tiene su sede el Sol. ¿Podríamos acaso colocar el fuego de este bellísimo templo en un lugar distinto a  mejor que éste, desde  donde puede iluminar todo simultáneamente? No sin razón lo llaman algunos el Faro del Mundo, otros su cerebro y unos terceros su soberano. Trismegisto lo llamó el “Dios visible”, la Electra de Sófocles: el que lo ve todo. De este modo el Sol, como si de veras se sentara en el trono real, dirige las familias de los planetas que se afanan a su alrededor…»
         Estoy seguro de que usted que me lee ya identificó las leyes de Kepler, la caída libre de los cuerpos y la gravitación universal. Si, sin duda, y para bien del género humano, los que aprovecharon el conjunto de observaciones de Copérnico fueron, inicialmente, Kepler, Galileo y Newton. Jamás se imaginaron la trascendencia de sus descubrimientos: vuelos espaciales, la Teoría de la Relatividad, la energía atómica, la mecánica cuántica, etcétera.
         Otros que no se han dado cuenta de la importancia del desarrollo de la ciencia y la tecnología son las autoridades federales, quienes no solo no han aumentado el presupuesto al área tecnológica del país, por el contrario, han disminuido del 0.41% del Producto Interno Bruto (PIB) al 0.35% del mismo. De este y otros temas estaré platicando hoy en Radio Buap a las 10 de la mañana.

Alfredo Osorio Santiago

 

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