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  CONTROVERSIA PAPAL SOBRE EL INFIERNO

Desde el año pasado el Papa Benedicto XVI lo había dicho: «El Infierno existe». Esta afirmación enfrentó la versión del Papa Juan Pablo II, quien expresó el pensamiento contrario, es decir, que el Infierno no existe.
En algunas culturas, el Infierno es el lugar donde se reúnen las almas de los muertos en general. En otras, como en la tradición cristiana, es un lugar exclusivamente de castigo y privación después de la muerte para las almas de los condenados. Aunque, a decir verdad, han existido diversas interpretaciones del averno, como, por ejemplo, la versión de John Milton en su obra “El Paraíso Perdido”, una vasta epopeya bíblica que ponía en escena al actor principal de ese lugar: el diablo.
Sin embargo, la fuente en la que, supongo, ha abrevado el Papa Benedicto XVI, es la Divina Comedia, la genial obra de Dante Alighieri o quizá, con menor probabilidad, en la obra del pensador alejandrino Orígenes, ya que este último hizo la propuesta del castigo temporal proporcional (a los pecados cometidos en la Tierra) en el fuego eterno.
La Divina Comedia es la obra que contiene el súmmum del pensamiento político, cultural, científico, filosófico y religioso de su tiempo y, además,  puede explicarse en cuatro niveles: literal, alegórico, moral y místico. Ciertamente, una de sus partes, puede interpretarse como la alegoría de la purificación del alma, de la posibilidad de la redención del género humano. Pues, bien, recordemos un pequeño pasaje de este maravilloso poema.
«Por lo que, por tu bien, pienso y decido/ que vengas tras de mí, y seré tu guía/
y he de llevarte por lugar eterno /donde oirás el aullar desesperado /
verás, dolientes, las antiguas sombras,/ gritando todas la segunda muerte;
y podrás ver a aquellas que contenta el fuego/ pues confían en llegar
a bienaventuras cualquier día; / y si ascender deseas junto a éstas,
más digna que la mía allí hay un alma:/ te dejaré con ella cuando marche;
que aquel Emperador que arriba reina,/puesto que yo a sus leyes fui rebelde/
no quiere que por mí a su reino subas.»
El poema anterior es parte del Primer Canto. Para propósitos de esta entrega, me voy al Canto III, en la que los dos poetas (Virgilio, el guía, y Dante, el guiado) describen su llegada al Infierno, lugar, según Dante, que tiene forma de embudo o de un cono invertido; además de un vestíbulo, se compone de nueve círculos, en donde los suplicios van aumentando en intensidad, a medida que aquellos se estrechan. En el vestíbulo, los poetas encuentran las almas de aquellos que vivieron sin virtudes ni vicios, y a quienes sin cesar aguijonean insectos. El Aqueronte (el barquero Carón), que se negaba a recibir a un vivo en su barca, cede ante las órdenes de Dios; Dante se ve dominado por un profundo sueño.
«Por mí se va a la ciudad del llanto/ por mí se va al eterno dolor/
Por mí se llega al lugar donde moran/ los que no tienen salvación/
La justicia animó a mi sublime arquitecto/ me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría, y el primer amor.
Antes que yo no hubo nada creado/ a excepción de lo inmortal/ y yo duro eternamente/ ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza.»
Esta versión poética se queda francamente corta ante el verdadero infierno en la Tierra. No se trata de evocar el lugar común anterior. No. Se trata de describir una de las facetas del verdadero averno. Descripción que hace un reportaje del diario brasileño 'Folha de São Paulo' acerca de dos cárceles del Estado de Minas Gerais: la de Contagem, a 90 kilómetros de Belo Horizonte, y la de Ouro Preto, en la famosa ciudad turística del barroco brasileño.
Un grupo de reporteros del diario citado consiguió entrar a ambas prisiones. Lo que relatan es verdaderamente espeluznante, infernal: «“el olor a orina, sudor y heces era insoportable. Los presos nunca tomaban baños de sol; para poder estar todos juntos, tenían que estar de pie, ya que no cabían sentados”
“La cárcel, al parecer, está llena de ratas y alacranes. Los presos viven hacinados en lugares parecidos a armarios. En uno de estos agujeros llegan a estrujarse 50 de ellos, a pesar de que el espacio ha sido pensado para tres personas. Algunos están enfermos de tuberculosis. Otros parecen ausentes y son calificados de “locos” por sus compañeros”.»
«En la prisión de Contagem fueron los mismos presos quienes contaron historias escalofriantes. Por ejemplo, que el cadáver de uno de los internos, que fue ejecutado por sus compañeros de presidio, terminó comido por las ratas.»
El relato anterior no tiene ningún punto de comparación con lo que narra Dante en su Canto III que escribo (un pequeño versículo) a continuación:
«Y yo repuse: -Maestro, ¿qué cruel dolor les hace lamentarse con tales voces?-. A lo que me contestó: -Te diré brevemente. Estos no tienen esperanza de morir, y su vida es tan ciega y miserable, que se muestran envidiosos de cualquier otra suerte. El mundo no conserva ningún recuerdo suyo: la misericordia y la justicia los desdeña; pero no hablemos más de ellos sino míralos y pasa adelante.»
Realmente no hay comparación; el infierno de las cárceles brasileñas es mucho más terrible que el Infierno de Dante.
Pero, ¿y nuestras cárceles poblanas? ¿Están muy alejadas de los infiernos de Dante o de Brasil? Cuán alejados se encuentran de lo que irónicamente denominan “Centro de Readaptación Social”. Cuanta razón tiene el Papa Benedicto XVI: claro que el Infierno existe. No hay que buscarlo en algún confín del Universo; seguramente no está en la galaxia de Andrómeda ni en la constelación de Acuario. No. Se encuentra mucho más cerca; a unos cuatro kilómetros del zócalo, en un lugar que se conoce como San Miguel. Tiene toda la razón Benedicto XVI.
En un bosquejo del averno de Dante y sus, posibles, futuros moradores, le hago la siguiente predicción: en el primero (de los nueve círculos), el limbo, se encontrarán los muertos no bautizados. Aquí no hago ninguna predicción, les fallé. En el segundo círculo (los lujuriosos) encontraremos a Jean Succar Kuri, Emilio Gamboa Patrón, Miguel Ángel Yunes, Marcial Maciel, entre otros. En el tercero (los glotones) hallaremos al secretario de Hacienda Agustín Carstens y …(está bien, yo). En el cuarto (los avaros) estarán Carlos Slim, Roberto Hernández y Francisco Gil Díaz. En el quinto (los iracundos), querrán arrepentirse de sus actos: Oscar Mario Beteta, Ciro Gómez Leyva, Juan Ruiz Healy y Mario Villanueva Madrid. En el sexto (los herejes y epicúreos): “monseñor” Federico Schulemburg, Onésimo Cepeda, Norberto Rivera Carrera. En el séptimo (los violentos): Luís Echeverria Álvarez, Gustavo Díaz Ordáz, el “mochaorejas”, Pinochet, Bush (padre e hijo). En el octavo (los fraudulentos), hallaremos a Luís Carlos Ugalde, al “divino”, Juan Camilo Mouriño –por el fraude de la doble nacionalidad-. En el noveno (los traidores), se retorcerán en las llamas eternas Vicente Fox Quesada, Ruth Zavaleta y el licenciado Felipe Calderón –todos ellos por traicionar a la democracia, pero principalmente al pueblo de México.
Ojalá, lo deseo sinceramente, que exista el Infierno. De otra forma continuará la impunidad aun después de esta vida. Me gustaría ver como son castigados los lujuriosos, por ejemplo, ser testigo de los arrollamientos del torbellino que flagelará sus cuerpos “la tormenta infernal que nunca para”. En fin, constatar que, al fin, haya justicia, aunque sea obligada por los 5700 grados en los que se cocerán las almas ¿o los cuerpos? Bueno, eso no lo ha aclarado Benedicto XVI.

Alfredo Osorio Santiago

 

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