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BRUJAS Y CALZONES AMARILLOS

Hay un tsunami cultural incontrolable: la brujería. Por donde uno voltee, encontraremos las claves para obtener la felicidad, la riqueza, el poder y, fundamentalmente, la salud. Usted no debe temer al gasolinazo calderoniano-estefanchidiacquiano. Para nada. Lo único que tiene que hacer es confiar en los métodos infalibles de la brujería moderna que se anuncian en radio fórmula, periódicos, Internet, Televisa y TV azteca. Mishanti, Lety de la Vega, Walter Mercado, Karen Lara, la “profesora” Grahasta,…, la lista es interminable.
Al principio, si no estamos atentos a los fenómenos políticos y económicos, creeremos que se trata de situaciones nimias que no merecen nuestra atención. Damos por hecho que como la brujería siempre se ha practicado, no debe causar ningún problema su existencia, es más, hasta llegamos a creer que tenemos que “darles las gracias” a todos los personajes que tienen la facultad de hacernos un “bien” (mediante módicos 57 pesos por minuto cuando la consulta es por TV) gracias a sus poderes “especiales”.
Si bien la historia de la brujería es tan antigua como el «homo sapiens», no debemos olvidar que dichas actividades han servido, sirven, y servirán al poder en turno. Su proliferación se da más acusadamente en tiempos de problemas, de zozobra política y agitación económica. Desde los tiempos más arcaicos.
En la antigüedad, la creencia en las prácticas mágicas en las que intervenían espíritus y demonios era casi universal. Los escritos egipcios hablan de conjuradores y adivinos que obtenían sus poderes de los demonios y los dioses extranjeros. La hechicería y la magia también se desarrollaron en la antigua Grecia (baste recordar a figuras como las hechiceras Medea y Circe) y su práctica pasó a Roma y fue asimilada por la población. En el siglo II, Lucio Apuleyo escribió sobre los poderes y ritos de las hechiceras y en su «Apología» afirmó que la región helénica de Tesalia era morada de brujas que podían dominar la naturaleza. Sin embargo, otros escritores como Petronio y Horacio se habían burlado de estas creencias, que consideraban propias de gente inculta y vulgar.
Con el establecimiento del cristianismo en el Imperio romano y la conversión del emperador Constantino I el Grande, las herejías llegaron a ser castigadas con leyes civiles. La Iglesia cristiana, sin embargo, fue indulgente con ciertos ritos que estaban muy arraigados en la población, sobre todo con los supuestos hechizos o pócimas que acompañaban a las oraciones y que servían para curar un catarro o despertar una pasión amorosa (estamos ante el nacimiento –más bien, reconocimiento- de la “magia blanca”). La Iglesia consideraba que no eran más que hierbas medicinales y afrodisíacos, y las personas convictas por estas prácticas sólo eran condenadas a hacer penitencia.
De esta tolerancia se pasó a una etapa de persecución. La clase gobernante (Estado e Iglesia) se dio cuenta de la facilidad que se presentaba para la eliminación de sus enemigos. La receta era sencilla e infalible: acusarlos de brujos. De la efectividad de la receta está llena de ejemplos la historia (en todos los tiempos y todas las culturas). De manera alternativa, en los tiempos actuales, vemos la otra cara de la moneda: la franca tolerancia –del poder- en las actividades de los brujos, quiromancias, cartomancias, etc.
El potencial de control de los pueblos es incontestable, claro, desde las operaciones que realizan los hechiceros del siglo XXI. Doy algunos ejemplos, al azar, de cómo los consejos de estos nigromantes llevan a la resignación social, al estoicismo de los trabajadores, a aceptar que “así es su suerte”, “su destino”, pero, gracias al concurso de ellos, es factible alcanzar estadios superiores de felicidad, de buen trabajo, de asistencia social jamás pensada, de prosperidad.
Es mejor consultar a Karen Lara que organizarse para una huelga; buscar en los “conocimientos” milenarios la cura nuestras congojas económicas, mejores salarios, prestaciones o, la maldición de un salario mínimo. Seguir, al pie de la letra, las recetas infalibles de “la bruja blanca”, es decir, hacer la simulación de un billete de ¡un millón de dólares! en forma de un cirio, por supuesto, con los siguientes agregados: 12 semillas mágicas, con nueve gotas de miel, con azúcar de la prosperidad 2008 (no le vaya a poner de la 2007, corre el riesgo de fallar), con incienso, con “jabón ceremonial”, con agua “bendita”, con tres billetes (de 200, de 500 y de mil pesos). Una vez que se obtiene la pócima, vaciársela uno en la cabeza. Al diablo con la organización de los trabajadores, al demonio con los sindicatos.
Si la anterior fórmula no le basta, consultemos, por ejemplo, a la “profesora Grahasta”. Nos ofrece un ritual para el año 2008 y, de paso, volvernos inmunes a las políticas (esto no lo dice ella) económicas del licenciado Calderón, a saber:
«RITUALES PARA AÑO NUEVO 2008
Ritos para tentar a la buena suerte.
En diciembre dejamos atrás los proyectos, cumplidos o aún pendientes, y retomamos con nuevo ímpetu todo aquello que no pudimos lograr y llenamos nuestra agenda de nuevos proyectos. Si bien es cierto que la realización de estos deseos y proyectos dependerán en gran medida de la voluntad y el esfuerzo individuales, no hay nada de malo en darle un toque mágico a la noche vieja con rituales para atraer la buena suerte.
Ritual de afirmación
Para que los rituales tengan éxito debemos poner todo nuestro esfuerzo, pensar en un objetivo claro y dar por hecho que el resultado va a ser el que deseamos, una mentalidad positiva es muy importante en todo lo que emprendamos.
El objetivo principal en este ritual es que el año que se inicia 2008 sea mejor que el saliente 2007. Por lo tanto es un ritual de afirmación, con el que queremos potenciar y avanzar hacia algo mejor en todos los sentidos.
Materiales:
Cuatro velas (blanca, dorada, plateada y roja) y el altar (soporte donde vamos a colocarlas). El color de las velas es importante porque encierra toda una simbología que hay que conocer. La vela blanca simboliza la limpieza y la purificación. Con ella eliminamos todo lo negativo que nos rodea y ayudamos a que el Año Nuevo sea un período limpio y esté libre de los malos augurios. Las velas plateada y dorada nos indican la transición de un metal precioso (la plata) a otro metal precioso (el oro) mucho más valorado. Simboliza el paso hacia algo mejor. La vela roja la utilizamos para potenciar esa transición.
Procedimiento:
Este ritual debe comenzarse aproximadamente dos horas antes de que se acabe el año (encendido de las velas) y terminarlo diez minutos después de traspasar la barrera del Año Nuevo (momento en el que se apagan las velas). Esa noche colocaremos el altar en un lugar adecuado y firme. Lentamente vamos distribuyendo cada vela en su lugar correcto. La vela blanca en el centro de la parte superior del altar, la plateada en el lado izquierdo, la dorada a la derecha y la roja en la parte de abajo. Nos reunimos alrededor del altar con nuestra familia o con nuestros amigos, si es nuestro deseo, o permanecemos en soledad si no nos apetece compañía o no la tenemos.
Enciende las velas en el sentido de las agujas del reloj, primero la plateada, luego la blanca, después la dorada y por último la roja. Tu pensamiento debe estar dirigido hacia el objetivo que querrás conseguir trata de no distraerte en otras reflexiones, deberás expresar verbalmente tus aspiraciones para el Año Nuevo o pronunciar un texto que vos hayas podido escribir. Luego imagínate que ya lo has conseguido, visualiza sin temor que tus deseos se han cumplido.
Tu fuerza mental, ayudada por el fuego, camina hacia un desenlace favorable, lo estás viendo, lo estás sintiendo, lo estás descubriendo y así sucederá.
Pasados diez minutos apagamos las velas sin soplar sobre ellas utiliza un apagavelas.
De esta forma finaliza el ritual y ya podrás desear a todos un FELIZ AÑO NUEVO».
De esta forma se nos permite defendernos de los ataques del lic. Calderón, de la “sensibilidad” de nuestros “legisladores” allá en el Congreso, del “talento” de Carstens para cobrarnos más y más impuestos. Dentro de un mes, por ejemplo, platicaremos de la nula efectividad de todos los hechizos, conjuros y de habernos puesto nuestros calzones amarillos para atraer dinero. A pesar de la tormenta que se nos avecina, no puedo dejar de desearle el mejor de los éxitos. Feliz año 2008.

Alfredo Osorio Santiago

 

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